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Mindfulness en la educación

Un nuevo enfoque del currículo académico

En un mundo que vive en una constante vorágine de actividad, en el que el estrés y la ansiedad acompañan el nuevo estilo de vida «multitarea» y nuestra atención es un activo que se compra y se vende, se hace necesario aprender a parar y saborear las pequeñas cosas de la vida, percibir la respiración y todo lo que se mueve en nuestro interior, para no quedarnos atrapados por la rapidez, los pensamientos negativos o las emociones abrumadoras. Eso es lo que propone el mindfulness, una práctica que se ha globalizado gracias a los beneficios que aporta al desarrollo mental, emocional y físico del ser humano.

imagen de grupo practicando mindfullness, foto de Ana Muñoz

Fotos: imagen de un grupo dirigido por Ana Muñoz Alonso practicando mindfullness

Ana Muñoz Alonso, maestra especialista en inteligencia emocional y mindfulness en el ámbito educativo y miembro del equipo de MindEdu, nos explica en la siguiente entrevista cómo funciona esta práctica, sus beneficios y qué aporta el mindfulness a la educación.

Pregunta: ¿Qué es y en qué consiste el mindfulness?

Respuesta: Podríamos considerar el mindfulness como un entrenamiento de la mente, y tal como lo define Jon Kabat-Zinn, consiste en prestar atención de forma intencionada a la experiencia del momento presente, desde la aceptación, la curiosidad y la amabilidad. En resumen, el mindfulness consiste en estar presentes con amabilidad y curiosidad.

Mindfulness es estar presentes con amabilidad y curiosidad


P.: ¿Una actitud de amabilidad hacia quién? ¿Hacia el resto de las personas o hacia nosotros mismos?

R.: En realidad, con amabilidad hacia la experiencia, porque esta es mucho más amplia y lo engloba todo, a nosotros mismos y a nuestra relación con las otras personas. Entonces, nos referimos a entrenar la amabilidad hacia la experiencia completa del momento presente, que está compuesta por un montón de elementos: lo que percibimos con los sentidos y la construcción mental y emocional, así como los impulsos que alimentan la acción.

P.: ¿La meditación y el mindfulness son lo mismo?

R.: El mindfulness es un tipo de meditación. La meditación engloba un montón de técnicas: la visualización, la meditación analítica, las prácticas de estabilización mental (como puede ser el uso de mantras), la indagación mental (por ejemplo, repetir una pregunta abierta una y otra vez)…

“El mindfulness es un tipo de meditación”


P.: ¿Qué hay que tener en cuenta para llevar a cabo una actividad de mindfulness en el aula?

R.: El diseño de una actividad es bastante complejo y hay varios factores a tener en cuenta.

Por un lado, es necesario ofrecer al alumnado un contexto para que entiendan qué están haciendo y el sentido de la práctica. La idea es generar un contexto de aprendizaje donde puedan despertar su curiosidad para explorar la increíble herramienta que filtra toda su experiencia vital y que rara vez es objeto de estudio en el currículo escolar: la propia mente. Para ello se introducen juegos y retos grupales, usamos animaciones para que puedan comprender conceptos más complejos sobre la mente y, sobre todo, momentos de práctica de mindfulness, tras los cuales se abre un espacio de indagación sobre lo que se ha experimentado.

El marco ideal para desarrollar un programa de mindfulness en educación es el Aprendizaje Social y Emocional, pues mediante el mindfulness podemos desarrollar las 5 dimensiones de la inteligencia emocional: el autoconocimiento, la gestión de emociones, la motivación, la empatía y las habilidades sociales.

“Mediante el mindfulness podemos desarrollar las 5 dimensiones de la inteligencia emocional: el autoconocimiento, la gestión de emociones, la motivación, la empatía y las habilidades sociales”

Y el último ingrediente para desarrollar un programa de mindfulness, pero quizá el más importante, es que la persona que facilita el programa entienda el acto en sí de facilitar como una práctica de mindfulness y practique meditación diariamente. Cuando estamos en el aula, estamos en constante autoobservación, desde una mirada curiosa y amable hacia la experiencia, dándonos cuenta de nuestras propias tendencias mentales, observando si emerge el juicio hacia alguna alumna o algún alumno o estando en contacto constante con nuestras emociones y las señales del propio cuerpo que nos avisan de cuándo emerge cierto enfado, por ejemplo, y cómo poder parar un instante para no reaccionar automáticamente. Facilitar un programa de mindfulness supone una constante oportunidad para entrenar la escucha, la paciencia, la aceptación, la mente de principiante, soltar el juicio… y esto hace que seamos modelos para la transmisión de estas actitudes que no se aprenden en los libros. Y este lugar es el que también exploramos e invitamos a adoptar por el profesorado y las madres y los padres en nuestras formaciones.


P.: ¿Es más fácil enseñar mindfulness a niños que a adultos por el hecho de que no están tan condicionados por su experiencia en la vida?

R.: No es que sea más o menos fácil sino que, ciertamente, es una experiencia muy diferente. Las personas adultas normalmente te atienden un montón, o al menos eso te hacen creer [risas], pueden quedarse más tiempo sentadas y las sesiones son más largas. Según sea el ambiente en un centro educativo, el profesorado se mostrará más o menos participativo en las sesiones.

Sin embargo, las niñas y los niños suelen participar más activamente y cuanto más pequeños mucho más. En la primaria todo el grupo quiere contar su experiencia; por otro lado, las clases son muy dinámicas, tienen espacios de reflexión grupal sobre situaciones que suelen ser cotidianas, juegos que sirven como experiencias de autoindagación, animaciones para que puedan comprender conceptos más complejos relativos al funcionamiento de la mente, microprácticas…


P.: ¿Cómo puede ayudar el mindfulness a los alumnos con algún trastorno?

R.: El TEA (trastorno del espectro autista) y el TDAH (trastorno por déficit de atención e hiperactividad), son trastornos muy diferentes, pero en ambos casos se mejora la atención, el autoconocimiento y la posibilidad de gestionar mejor las emociones.

“En ambos casos se mejora la atención, el autoconocimiento y la posibilidad de gestionar mejor las emociones”

Para las niñas y los niños diagnosticados con TEA y con TDAH, hemos visto que una vía para favorecer la regulación de la atención es presentar y hacer la práctica de forma secuenciada, es decir, en lugar de hacerla completa, se divide en partes y eso les ayuda a entrenar la posibilidad de redirigir la atención al foco sugerido de una forma más cercana a sus necesidades. De este modo una práctica se puede ir secuenciando en pequeñas microprácticas que después se van enlazando a medida que se vayan integrando.

Por otro lado, el hecho de poner nombre a las sensaciones corporales, las emociones y los pensamientos es una de las cosas que entrenan y que favorece el desarrollo de la metacognición, el autoconocimiento y, además, supone una de las bases para la gestión de emociones.

Otra cuestión que hemos observado que ayuda, además de secuenciar las prácticas, es generar estímulos corporales más intensos. Por ejemplo, cuando pedimos que se dirija la atención a los pies, les invitamos a dar un par de pisotones para que las sensaciones sean más intensas y puedan percibirlas, reconocerlas y redirigir la atención a ese punto. También les ayuda verbalizar la sensación o la emoción en el mismo momento que la sienten, porque más tarde les cuesta recordarla. Este tipo de práctica es muy interesante porque aprenden a darse cuenta de lo que está pasando en su interior.


P.: ¿Cómo introducís en el programa escolar el mindfulness?

R.: Pues depende de a quién vaya dirigido. Trabajamos con el alumnado, con docentes y con madres y padres, porque lo suyo es que se pueda producir una inmersión en todo el centro, incluyendo a todos los actores de la comunidad educativa. También damos cursos a los profesores de la Universidad Complutense y al alumnado de Magisterio de la misma.

Cuando desarrollamos cursos en primaria y secundaria realizamos una reunión previa de una hora y media con las familias y el profesorado. La intención de esta reunión es ofrecerles un espacio para que puedan acercarse al concepto de mindfulness, para conocer sus posibles beneficios y, sobre todo, para que favorezcan y acompañen la práctica diaria en casa y en el aula, pues sin práctica no habrá cambios.

El programa de secundaria y bachillerato se desarrolla en las horas de tutoría, una vez por semana, y tiene una duración de 8 sesiones, aunque en ocasiones adaptamos el número de sesiones a las posibilidades del centro, pues a veces les resulta difícil reservar 8 sesiones del horario curricular.

Los dos currículos de primaria (el de 1.º a 3.º curso y el de 4.º a 6.º curso) constan de 7 sesiones y se desarrollan en horas que tomamos prestadas de otras asignaturas y que el centro organiza.

Todos los programas incluyen audios de práctica, animaciones, textos… que están disponibles en la página web.


P.: ¿El mindfulness también afecta de manera positiva al desarrollo personal, la motivación y el optimismo?

R.: En la práctica de mindfulness una de las actitudes que entrenamos es la mente de principiante, que trata de contemplar las cosas de un modo nuevo, con curiosidad, como si fuese la primera vez que las vemos. Es decir, abandonando las expectativas basadas en experiencias previas para poder captar que ningún momento es igual a otro y que posee posibilidades únicas. Esta habilidad es, sin duda, una posibilidad para desarrollar una mente más optimista y curiosa.

Por otro lado, entrenar la capacidad de soltar el juicio ante la experiencia, o las prácticas de amabilidad y gratitud, son vías para reducir la autocrítica y favorecer las relaciones positivas.

Todos estos aspectos se desarrollan en los programas que llevamos a cabo y el feedback que recibimos es muy positivo. El alumnado nos verbaliza que lo que hacemos en las clases les importa y les gusta porque tiene que ver con sus vidas y no disponen de otro espacio para tratar estos temas.


P.: Desde MindEdu, ¿cómo trabajáis con estudiantes y docentes?

R.: En los programas AMBAR (Atención, Motivación, Balance emocional, Amabilidad, Resiliencia) para el alumnado, la tutora o el tutor del aula está presente y participa en todas las sesiones para poder seguir el hilo del programa y favorecer y contextualizar la práctica después en el día a día.

Semana a semana, el profesorado tiene acceso a los audios para el alumnado y también les damos las prácticas por escrito, por si las quieren guiar. No obstante, tal como expliqué al principio, para impartirlo el docente debe practicar en primera persona también, con el fin de ir incorporando las actitudes mindfulness de las que hemos hablado (paciencia, no juicio, mente de principiante, amabilidad…). Por ello, lo más recomendable es que los profesores realicen el programa AMBAR para docentes a fin de que desarrollen ellos también esas capacidades y puedan servir como modelo para el alumnado.

El fin último de estos programas es favorecer el desarrollo de una mayor autonomía sobre el propio bienestar mental, emocional y físico. Cuando trabajamos con el profesorado, somos conscientes de las grandes dificultades a las que se enfrenta este sector en la actualidad: la masificación en las aulas, la falta de atención y/o de límites del alumnado, las dificultades relacionales en los equipos docentes o con las familias o la sobrecarga de trabajo hacen que, en muchas ocasiones, se viva la función docente desde la apatía, la desmotivación y la ansiedad. Sin embargo, ocupan un lugar clave en la sociedad y la posibilidad de que puedan cultivar su propio bienestar o que desde los equipos directivos lo favorezcan ayudaría a que la educación fuese mucho más humanizada. Porque un/a profesor/a feliz, motivado/a y enamorado/a de su profesión permite que sus alumnas y alumnos se sientan bien vistos y atendidos, favoreciendo la autoestima y la confianza en sí mismos, y acaba siendo un modelo de persona adulta responsable, empática y asertiva.

“El fin último de estos programas es favorecer el desarrollo de una mayor autonomía sobre el propio bienestar mental, emocional y físico”

Realmente, el mindfulness nos abre las puertas a que, como dice el maestro zen Thich Nhat Hanh, los educadores felices cambien el mundo.


P.: ¿También tenéis programas de mindfulness para familias?

R.: Sí, a partir del mes de abril ofreceremos el programa AMBAR de primaria como una actividad para familias.


P.: ¿Qué consejo darías a quienes quieran aplicar el mindfulness a la educación?

R.: Pues que se acerquen a profesionales bien formados, pues es un ámbito que se está extendiendo mucho pero no todas las personas que se dedican a ello poseen formación de calidad y experiencia madura en primera persona con la práctica.

Por otro lado, daría mi enhorabuena a esas personas que se interesan por este tema, porque son agentes del cambio. Por desgracia, en el currículo educativo se sigue dando demasiado peso a la inteligencia académica, que tiene una influencia muy limitada en el desarrollo de una persona feliz, exitosa en sus relaciones y en su autonomía. En un mundo donde nuestra atención es objeto de compraventa en las pantallas, donde los entornos relacionales virtuales están restando espacios para entrenar habilidades sociales, empatía y gestión de emociones desde la niñez, el desarrollo del autoconocimiento, la autorregulación de la atención, el control de la propia impulsividad o el cultivo de conductas prosociales como el altruismo, la compasión o la empatía tienen un papel crucial en este momento, y hay que reservarles un lugar en la educación reglada.

 

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