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Agorafobia en tiempos de pandemia

Las fobias de 2020

2020 ha sido un año excepcional en todos los sentidos. Nos hemos visto obligados a aprender a vivir bajo circunstancias críticas debido a la pandemia global. En este contexto, las fobias han aflorado como consecuencia del estrés al que estamos sometidos constantemente, especialmente en el caso de personas muy sensibles. La agorafobia solo es una fobia más de las múltiples fobias que puede tener un individuo. Con el fin de comprender esta fobia y sus semejantes en el contexto de la COVID-19, entrevistamos a Enedina Martín, psicóloga clínica, logopeda, psicosomatóloga y psicoanalista.

La agorafobia es el miedo a salir a la calle, a ver a la gente, a estar rodeado de personas

Pregunta: ¿En qué consiste la agorafobia?

Respuesta: Antes de hablar de la agorafobia me gustaría remarcar el papel que ejerce el deseo en nosotros a nivel inconsciente. El deseo da miedo, no es verdad que al saber lo que queremos vayamos a por ello. El miedo más poderoso del mundo es ir a buscar el objeto de deseo. Así pues, la agorafobia es el miedo a salir a la calle, a ver a la gente, a estar rodeado de personas. Pertenece al grupo de las fobias, que en el fondo son miedos a buscar el deseo más inconsciente, aquello que tú sientes que quieres en exceso, y te escapas de ello. Como señalaba, todo esto es muy inconsciente, ya que se mueven hilos internos y se movilizan núcleos muy reprimidos que se formaron en el pasado, en la infancia, y que en un momento determinado aparecen por algún elemento o factor detonante. Por ejemplo, en la pandemia aparece no solamente la agorafobia o el miedo a salir, también por contrapartida el miedo a estar encerrados, que sería algo así como la claustrofobia. Pero lo que me parece más interesante subrayar es el conocimiento del sufrimiento inconsciente al que hemos estado sometidos a causa de todo lo vivido recientemente y que aún seguimos viviendo. Hay  como una reactivación a modo inconsciente, donde aparece mucha angustia porque estamos constantemente rozando la muerte.

 El miedo más poderoso del mundo es ir a buscar el objeto de deseo

Si pensamos en la agorafobia como un acto de nacimiento, uno está cómodo en el útero materno, de repente nace y tiene un montón de responsabilidades: respirar, mamar… Sales de la protección que te proporciona el útero para toparte con la realidad de que desde el primer momento debes responsabilizarte de tu propia vida, de tu propio deseo. Esto mismo sucede en la agorafobia: uno está en una casa que le protege más o menos, y sale afuera, donde tiene que enfrentarse con diferentes angustias, y esas angustias tienen que ver con una responsabilidad difícil de gestionar, la de ser adulto. Y ser adulto tiene que ver no sólo con el trabajo, también con la sexualidad, lo relacional, etc., porque no hay nadie que nos pueda proteger de nuestro propio deseo más inconsciente, más que nosotros mismos, y eso da miedo.

De hecho, ahora con la pandemia, hay una gran angustia que algunos resuelven transgrediendo las normas, negando las restricciones, ya que si lo aceptaran se enfrentarían al miedo de confrontarse con la posibilidad de que podemos morir. Eso también es una fobia, atípica, pero que se empieza a dar entre los ciudadanos. Antes nombré la fobia que empieza a suceder en la propia casa: tenemos miedo al confinamiento domiciliario, porque ya hemos experimentado cómo es. Evidentemente, no a todos nos pasa lo mismo, tenemos núcleos internos propios que se nos disparan si se dan las circunstancias. 

P: ¿Hay tipos de personalidad o personas de una franja determinada de edad propensos a padecer agorafobia?

R: Sí, efectivamente, hay personas que van a ser más sensibles a la hora de gestionar síntomas de este tipo, y luego hay otros individuos que gestionan síntomas más de tipo nervioso, depresivo, etc. Pero no quiero encasillar a nadie, porque depende mucho del contexto y de los traumas de cada uno. Por ejemplo, estamos muy familiarizados con la nomenclatura TOC (Trastorno Obsesivo Compulsivo),  pero quizás estas personas sean más sensibles a la angustia que se vive a causa de la pandemia global.

Toda la población está sufriendo una «desesperanza»

Pero lo que todos estamos sufriendo, todos, es una «desesperanza», que una parte de la población resuelve con salidas o huidas fáciles que posteriormente llevan un coste muy caro para la vida. Nos sale a todos muy caro. Por ejemplo, hay gente que para evitar sentir la tristeza por la COVID-19, o el sentimiento de estar encerrado con miedo, lo que hace es transgredir las normas. Ahora nos han delimitado unos horarios, así que seguramente hay gente que se habrá pedido de fiesta el viernes y el lunes para marcharse fuera. Esto es transgredir la ley de forma encubierta, y lo hacen pensando, quizás, en que estas leyes los castigan encerrándoles. No perciben que están angustiados por el miedo a morir, por ejemplo. Todos tenemos que cuidarnos para luchar con lo que tenemos, ya que, en definitiva, estamos en un momento «de guerra» y tenemos que aprender a poder vivir con cautela, pero en guerra también hay vida, no todo es muerte ni desolación. Hay mucho miedo y mucha angustia, pero se puede vivir. No me olvido de que hay mucha angustia y dolor real por nuestras pérdidas personales: la familia, nuestros mayores, la situación sanitaria y económica, pero tenemos que lograr controlar, como mínimo, la angustia de estar encerrados porque si no seguramente lo pasaremos peor.

P: ¿Verdaderamente está creciendo esta patología debido a la pandemia?

R: Es evidente que la gente está más sensible a estos núcleos. Esta situación es caótica para todos, porque hemos perdido una libertad a la que estábamos acostumbrados, y tenemos que aprender a vivir con ello. Ahora están apareciendo aquellas personas más sensibles, pero a la larga todos vamos a tener que hacer un trabajo de duelo. Hemos perdido muchas cosas, no solamente el dinero; hemos perdido poder despedirnos de nuestras familias, la libertad de poder ir de fiesta, de abrazar, de reírnos juntos, de tocar, y todo eso supone un duelo que tendremos que hacer. Aparte del daño económico que esta situación de pandemia está provocando, también nos ha dejado desarmados, ahora ya no puedes utilizar vías de escape para los problemas tales como ir a un bar, al cine o al gimnasio sin precaución alguna. Hemos perdido la posibilidad de, sin palabras, tan solo con un gesto (la sonrisa), comunicarle al otro que es bien recibido.

Si consideramos estar en guerra, habrá una posguerra, «un post-COVID», porque estamos sometidos a estrés, angustia y miedo

Creo que posiblemente aparecerá un historial de fobias en el periodo post-COVID. Si consideramos estar en guerra, habrá una posguerra, «un post-COVID», porque estamos sometidos a estrés, angustia y miedo, y será en ese «después» cuando llegará el momento del duelo, que será muy difícil, más difícil que esto actual incluso, porque creo que los síntomas aparecerán soterrados, como lo que se decía antes por otros motivos: daños colaterales, es un término malsonante porque nos deshumaniza.

En este momento hay mucho miedo a ponerse a pensar en esto, porque estamos constantemente rozando la muerte, la culpa de ser yo quien infecte, el agotamiento de nuestros profesionales sanitarios. Sin embargo, todos estos sentimientos no hay que dejarlos caminar libres, porque si no al final acabaremos con pastillas y cronificados. Hay que trabajarlo mucho y acompañarlo psíquicamente. Además, creo que este es un buen momento para pensar qué queremos construir entre todos, porque el concepto de ciudad hoy ha cambiado, antes era maravilloso vivir en ellas, pero ahora estamos empezando a pensar que también disponemos de lugares sorprendentes en los que, a lo mejor, podríamos ganar en calidad de vida.

P: ¿Cómo afecta esto a los niños y cómo podemos ayudarles?

R: Para los niños es terrorífico. Antes de la COVID, a los niños que estaban en la ciudad, una vez se les preguntó de dónde venía la leche, y los niños dibujaron una cartón de tetrabrik. De ahí se empezó a pensar que tal vez fuera beneficioso hacer excursiones al medio rural para que los niños conocieran de dónde venían algunos productos. De igual manera, es importante que se intente sostener el hábito de ir al colegio, porque las imágenes  que se construyen en el cerebro los primeros años de vida van a ser las que construyan las bases del individuo. Estamos viviendo un confinamiento que re-limita los espacios, la relación con los amigos se produce en una superficie plana, me refiero a las pantallas, no en 3D, sin contacto físico. Por otro lado, los niños han perdido el espacio de la calle donde aprenden a saber decidir, ya que en ese espacio abierto se enfrentan a conflictos cambiantes, con un amigo, con el vecino, con desconocidos… Aprenden una serie de cosas que en otro entorno no serían posibles. Los niños viven en un tiempo mucho más rápido que el de los adultos, por lo que un año de estar confinados en plena pandemia, para los niños, es como si fuesen dos o tres años en términos evolutivos, porque ellos aprenden muy deprisa y absorben mucha información. Por tanto, el contacto físico con las personas y los objetos lo necesitan, porque si no nos enfrentamos al riesgo de que tengan un desarrollo cerebral distinto a raíz de estas circunstancias excepcionales que nos ha tocado vivir. Y, posiblemente, un desarrollo más deshumanizado.

Los niños viven en un  tiempo mucho más rápido que el de los adultos, por lo que un año de estar confinados en plena pandemia, para los niños, es como si fuesen dos o tres años en términos evolutivos

P: ¿Qué herramientas consideras que sería fundamental tener en cuenta para combatir la agorafobia?

R: Si la persona ya tiene agorafobia tiene que pedir ayuda psicológica. Pero si me preguntas por la gente que está viviendo, como nosotros, los confinamientos por la pandemia, creo que es importante reconocer su sensación de tristeza y positivar las cosas. Esta pandemia nos recuerda constantemente que estamos aquí de paso y que somos frágiles, pero depende de nosotros poder disfrutar cada día de la luz natural del sol, de los paseos, poder hablar por teléfono con alguien o las actividades que podemos hacer sin salir de casa. Hemos de tener una actitud positiva sin fomentar el alarmismo ni el pesimismo. Gestionar desde lo positivo es lo más sano y centrarse en las pequeñas cosas buenas es lo más recomendable. También preocuparte por aquellos a los que nunca has mirado antes: vecinos, compañeros de trabajo… es algo muy bueno, porque te ayuda a sacar la mejor versión de ti, a ser más humano y te desmecaniza, más ahora cuando existen trabajos muy mecanizados y robotizados. Hay que ser «amoroso», es decir, cuidar de los demás y de nosotros mismos con exquisitez.

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