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La madre educadora es un concepto moderno

La humanidad excluyó a la mujer del conocimiento como usuaria y como docente

El mes de mayo arranca con una doble celebración, el Día de los Trabajadores y el Día de la Madre. Y aunque este último tiene un carácter donde predomina lo comercial y popular, también resulta una ocasión importante para revalorizar la labor de las madres en los ámbitos familiares y educativos. 

La madre como educadora: un concepto moderno

En el ámbito familiar, el rol de una madre se plantea a modo de guía para los hijos, ayudándoles, en la medida de sus posibilidades, a ser independientes, junto con la transmisión de valores tan fundamentales como el amor y el respeto. Sin embargo, el concepto de madre como educadora es un invento reciente. Durante miles de años las mujeres no tuvieron acceso a la educación, ni como usuarias ni como docentes. De hecho, el oficio de maestra fue la primera profesión reconocida a este respecto en pleno siglo XIX. En términos históricos, hasta hace bien poco, el modelo de sociedad patriarcal descalificaba al género femenino a la hora de impartir conocimiento o de recibirlo.

El oficio de maestra fue la primera profesión de la mujer reconocida y respetada por la sociedad

En las antiguas civilizaciones, tal como ocurría por ejemplo en Mesopotamia, la mujer no accedió a la formación como escriba hasta el siglo XVIII a. C. Esto resulta de suma importancia, al ser uno de los primeros pueblos en expresarse mediante la escritura. Las fuentes de los textos cuneiformes revelan que dichas mujeres disfrutaban de cierta independencia y capacidad en actuaciones políticas, jurídicas y económicas. Aun así, cuesta encontrar documentación referente a mujeres escribas, autoras o figuras doctas. No obstante, en otras civilizaciones surgidas en la India o China, la mujer era objeto de esclavitud o simplemente una trabajadora doméstica, y bajo ningún concepto se contemplaba su formación.

No sería hasta finales del siglo XVIII, coincidiendo con los cambios sociales suscitados por la Revolución Francesa, cuando algunos reformadores vieron la necesidad de cambiar las condiciones sociales de las mujeres por medio del trabajo y la educación. En concreto, en el caso de España, la Ley Moyano, reguladora de la enseñanza, impulsada en 1857 bajo el gobierno del Partido Moderado, sería la que mencionaría, por primera vez, el carácter obligatorio de la educación para las niñas. Su escolaridad finalizaría a la edad temprana de 9 años, dentro de una normativa que estuvo vigente hasta 1970.

Solo dentro de las familias burguesas, y de forma muy discreta a lo largo del siglo XIX, la mujer se fue incorporando a las carreras universitarias. En este periodo histórico se suele mencionar, como caso paradigmático, el de Maria Montessori (1870-1952), una mujer que no solo cursó estudios de pedagogía, por expreso deseo de su familia, sino también de medicina, psicología y psiquiatría.

La llamada feminización docente resulta ser un fenómeno ampliamente documentado en los países occidentales, en especial como profesoras de primaria en las sociedades industrializadas. María Eugenia Schmuck, licenciada en Ciencia Política y docente de la Universidad Nacional de Rosario (Argentina), argumentó, dentro del marco de Estados Unidos, que «la industrialización generó mejores oportunidades de empleo para los hombres que el trabajo docente». Otros autores, además, se han detenido a analizar la «disposición natural» de las mujeres en los antes mencionados roles familiares.

El aula como extensión escolar

El rendimiento escolar, aunque nos llegue a sorprender, no se corresponde directamente con el estatus socioeconómico o el prestigio de la escuela a la que asisten sus alumnos. Los niños y niñas con mejores resultados en los estudios pertenecen a familias que fomentan el aprendizaje desde el hogar. Ya no es el hecho de terminar las tareas correctamente, es más bien la motivación extra de que las madres (y también los padres) se involucren en la educación de sus hijos. Por esta razón, los maestros que han optado por poner el foco en esta participación han hallado un cambio significativo en la dinámica dentro de sus aulas. Lo fundamental sería alcanzar una relación natural entre las madres y los maestros, haciendo que estos sean una extensión del hogar en las propias aulas.

Claves en un contexto tecnológico

En el contexto actual han sido determinantes las tecnologías y el acceso a la información mediante las mismas. Este entorno influye directamente en los procesos educativos, tanto desde el centro como en el ámbito familiar. Asimismo, la revolución digital que ha supuesto el uso de los smartphones nos hace sospechar cómo las tecnologías digitales seguirán avanzando en la participación activa (y colaborativa) entre las madres y los expertos en educación.

Estudios recientes indican un declive del papel educador de la madre en favor del uso de la tecnología

En un mundo tecnológico, y cada vez más acelerado, resulta paradójica la falta de comunicación en muchos de los ámbitos de la vida. Y eso que ahora, más que nunca, poseemos numerosas herramientas que antes no podíamos ni soñar. Algunos estudios han reportado que la participación de las madres en el proceso educativo ha ido en claro declive en los últimos cinco años. El docente tiene que entender que una buena comunicación con las madres remará a favor de su desempeño como educador. Cuando las madres establecen una mejor comunicación con los maestros, ambos aprenden a valorar su trabajo y a plantearse, en muchos casos, desafíos conjuntos fuera y dentro del aula. Y es precisamente la tecnología la que debe acercar a madres y educadores para un seguimiento continuo dentro y fuera de las aulas.

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