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Un final de curso extraño

Adiós al curso escolar 2019-2020

«Estoy esperando la conexión para la ceremonia de graduación»… Así empiezan las últimas horas del año académico 2019-2020. Una silenciosa tristeza lo inunda todo. Con una bonita camiseta y unos pantalones cortos, muchos jóvenes adolescentes se enfrentan a su graduación delante de sus ordenadores, solos, buscando su mejor perfil frente a su cámara web.

Todos los finales de curso son puntos de encuentro de emociones, suma de lo vivido durante un año escolar que llega a su fin con el latir del verano esperando al otro lado del patio. En esta ocasión los patios están vacíos, y los pasillos y las aulas.

Una generación entera de jóvenes olvidados por una crisis sanitaria global. Dicen que las habilidades en el uso de tecnologías se han desarrollado de forma exponencial en estos alumnos que se han visto obligados a convertirse en Robinson Crusoe, náufragos en sus habitaciones, esperando que llegue algún e-mail con pautas para salir de esa isla de comunicación incomunicada en la que el grito de sus profesores les ha permitido derribar paredes de frío tocho y llenarlas de sonidos y de imágenes de un mundo que solo ellos podrán construir. Gracias a los profesores que les han recordado que la vida sigue ahí fuera.

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Un final de curso doloroso, ¡cómo se va a acabar este curso así! Sin abrazos, sin promesas de «te llamo la semana que viene» que se pierden en las actividades de verano, sin salir corriendo con todos los libros a la espalda y retazos de trabajos que han estado en las paredes de esa habitación mágica que llaman clase o aula, pero que en realidad es un hogar durante muchas horas del día, en el que se está seguro y feliz.

Seguridad y felicidad: dos conceptos que los programas educativos no suelen mencionar, dos palabras que no aparecen como objetivos de aprendizaje. Pero son la masa madre del desarrollo de la infancia y de la adolescencia. De hecho, son la base del desarrollo de todo ser vivo. Ahora la seguridad está comprometida y la felicidad postergada a una «nueva normalidad» que nadie comprende porque con «normalidad» ya tenemos suficiente para ser felices.

En los finales de curso de antes, todos abríamos bien los ojos para no olvidar, no olvidar todo lo aprendido, todo lo que dejábamos atrás. En este final de curso cerramos los ojos para no llorar y para poder construir un deseo con el que pedimos de corazón que el regreso al colegio o a la universidad en septiembre sea normal. Normal, sin más adjetivos. Este año los alumnos de segundo de bachillerato no temen la dificultad de las materias de su primer curso en la universidad, les aterroriza más la idea de que no puedan acceder a esas aulas otra vez.

Las madres y los padres somos como los niños en este final de curso: nadie nos ha dado pautas, no haremos reunión de final de curso con los profesores, no tomaremos el último desayuno con otras madres y padres antes de empezar nuestra jornada laboral. ¿Qué vamos a hacer durante el verano? Ahora tenemos práctica en improvisar trabajos manuales para aprender cómo se puede crear electricidad con un molino de papel que gira sobre sí mismo y muchas otras habilidades educativas que delegábamos en los profesores. Pero la incertidumbre y la tristeza son muy pesadas y tenemos miedo a preguntar. Sentimos pánico de hablar con otros padres y madres y percibir que están igual de desconcertados que nosotros. Es una posguerra silenciosa, con bajas y grandes pérdidas, familias que no volverán a los colegios, familias que han perdido a seres queridos y cuya forma de vida se ha desintegrado con un confinamiento que nos prometieron patriótico y lleno de cosas buenas.

He leído en algún sitio que un organismo internacional propone no contar este año contable. ¡Qué fácil cuando hablamos de dinero o de balances! ¿Cómo les decimos a nuestros hijos que este curso no cuenta? ¿Cómo les decimos a los profesores que recibirán alumnos salidos de un estado de alarma el próximo año escolar? ¿Cómo les decimos a los profesores que tienen que aplicar planes de estudio en concordancia con un plan de Protección Civil y de Salud Pública?

No lo sé, no tengo las respuestas a tantas preguntas, es algo constante en mí como madre. He aprendido que lo importante de ser madre o padre no es tener las respuestas correctas sino estar ahí en las preguntas importantes. Y estar, estoy y seguiré estando también es este final de curso extraño. Adiós curso académico 2019-2020, esperamos olvidarte pronto.

Editorial

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